REFLEXIONANDO MI LABOR DOCENTE
La
vida profesional docente ofrece un sinnúmero de experiencias y en lo
particular, me han permitido enriquecer mi quehacer docente, así como también
me han hecho crecer como persona. Cuando se me cuestiona sobre el nivel que
atiendo, la respuesta de la gran mayoría de las personas es, ¡que padre!, es
mucho jugar e incluso hacen mención de
lo difícil que ha de ser atender a tanto niño pequeño. Para mí, la verdadera
vocación es, cuando el docente disfruta su trabajo, ve cada tropiezo que tiene,
como un momento de aprendizaje.
En
lo personal, he tenido la oportunidad de haber trabajado con jóvenes de nivel
telesecundaria, con docentes, directivos, y supervisores del nivel preescolar
como apoyo técnico y cada nivel me ha dejado grandes aprendizajes; pero día a
día al laborar con mis niños de preescolar, me doy cuenta, que mi verdadera
vocación es este nivel, porque cada uno de mis niños tiene grandes
potencialidades, que solo requiere de regar esa semillita que se ha cultivado.
Como
ya lo mencioné, mi ejercicio profesional se ha dedicado en su mayoría en el
nivel preescolar, además de transitar por diferentes ámbitos educativas, me
apasiona mi nivel porque los niños me
trasmiten una infinidad de sentimientos como el
amor, la sensibilidad, la sinceridad, la tolerancia, el afecto, condiciones claves que considero necesarias
para promover una educación de calidad .
Al
entrar a mi salón de clase, se siente un ambiente lleno de amor, porque cada
una de esas caritas que llegan a conformar el grupo, proyectan gusto al
convivir entre pares, donde aprenden de manera conjunta, donde su
espontaneidad, te da muestra de sus capacidades, por ello es de vital
importancia que el niño para su desarrollo, se desenvuelvan a través de
relaciones afectivas.
Por
ello, en la medida en que se demuestre el afecto a las personas con quienes se
tiene relación a diario, los individuos se sentirán más humanos y podrán
establecer confianza básica y vínculos afectivos más seguros.
En
preescolar una caricia y una palabra de aliento son fundamentales para el
desarrollo del niño. Porque esas muestras
de afectividad positiva, la motivación por asistir a clases, las buenas
relaciones entre iguales y un buen ajuste emocional en cuanto a apego seguro y
confianza básica, le dan al niño mayor
seguridad y confianza, elevando así su
autoestima y por ende, sus esfuerzos son mayores, logrando mejores resultados
en su aprendizaje.
Me
considero como una especie de escultor,
alguien que va esculpiendo la sensibilidad del niño. Por tanto, es de gran importancia la
afectividad en el aula, y en especial en el aula preescolar, donde se forman
las nuevas generaciones.
Por
lo tanto ser educador es además de ser un formador académico, debe realizar un
esfuerzo adicional porque su persona esté impregnada de los más nobles
sentimientos hacia los niños que atiende, tales como: ternura, cariño, amor,
comprensión, respeto a su individualidad, apertura para el diálogo,
consideración, paciencia y tolerancia, entre otros.
Concluyo
haciendo mención que es de vital importancia, procurar y favorecer un ambiente propicio en
las aulas, donde las competencias afectivas se vean favorecidas de modo que los
niños y las niñas logren moldear las conductas para una sana convivencia dentro
del salón de clases y, por qué no, trascender hasta su familia.
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